Los cerros Hablan

 

 Leyendas Leyendas en las Alturas


LA LAGUNA DE YANAMATE

Hace muchísimos años, cuando se estaban formando los primeros pueblos de Pasco; en el gigantesco lecho que hoy ocupa la laguna de Yanamate, se levantaba sólido y hermoso, un pueblo de gentes buenas y laboriosas.

El pueblo ubicado en una hondonada que lo abrigaba de los rigores de los fríos cordilleranos, tenia a sus casas dispuestas todas a la vera de la única y prolongada calle central. Estas casas de blancas paredes encaladas con negros zócalos de brea, tenían sus techos amarillos de paja en las que se cobijaban las gentes lugareñas. Cada mañana, con los primeros rayos del alba, salían de sus casas, hombres, mujeres y niños a pastar su ganado y sólo retornaban al caer el sol, alegres y felices, seguidos por el persistente ladrido de sus perros guardianes. Este empeño cotidiano de las gentes determino un aumento notable de ganado y, a su vez, en prosperidad y tranquilidad económica. Cada año en agradecimiento por los bienes recibidos, celebran una fiesta en honor del Todopoderoso.

Esta fiesta fue aumentándose en días y con continuidad perdió su sentido religioso y se convirtió en una celebración pagana y atroz.

Ya la gente había olvidado la observancia de los mandamientos; sus costumbres otrora piadosa, ahora eran gentiles y anticristianas. Comían y bebían con desenfreno; ya no guardaban los días santos ni respetaban a los ancianos; propusieron el trabajo por el placer, es decir, olvidaron lo mas elementales principios cristianos para dedicarse a la francachela y al desenfreno.

Un día que el alcohol se había apoderado de todas las conciencias, apareció por un extremo de la única calle del pueblo, un anciano andrajoso y pobre, cubierto de harapos y llagas. Deseando obtener el auxilio cristiano de los fiesteros, iba de casa en casa pidiendo pan y agua para saciar su hambre y su sed, pero de cada casa a la que llegaba, era echado a empujones y con desprecio. Agobiado y compungido, el anciano estaba a punto de retirarse cuando alcanzó a ver una pequeña casucha en cuyo interior una joven mujer atendida a sus hijos. Se acercó a esta casa y pidió la caridad de la mujer, obteniendo esta respuesta:

Bien, abuelito, toma asiento, espéranos un momento y en cuanto se desocupe nuestro único mate, te alcanzaremos de comer. Tienes que perdonarme porque somos muy pobres ---. Diciendo esto atendió al anciano con lo poco que tuvo, pero con gran cariño.

Cuando hubo terminado. el anciano dirigiéndose a la buena mujer le dijo:

Gracias hija. Tu eres la única persona es este pueblo que todavía conserva las enseñanzas que le di. Haz tenido caridad conmigo y no obstante tener un solo Yana-mate, has compartido tu pobreza. En recompensa, tu te salvaras. Para ello, coge a tus hijos y vete por aquellas alturas, pero oigas lo que oigas, no darás la vuelta.

Al escuchar las palabras del anciano, la mujer estremecida, recogió la poca ropa que tenia y e cumplimiento de la orden se fue llevando a sus hijos. Ya estaba por superar los cerros, cuando unas explosiones estremecedoras oyó a sus espaldas. Estos ensordecedores ruidos se mezclaban con desgarradores gemidos de gente y animales. Dos veces la mujer venció la tentación de volverse pero, a la tercera ya muy conmovida, volvió la cabeza y horrorizada vio que del cielo, como si alguien lo vaciara, gran cantidad de agua caía sobre el pueblo, inundándolo todo.

Las gentes desesperadas trataban de alcanzar los cerros, pero el caudal de las aguas las alcanzaba y las barría. Desesperadamente la mujer trato de seguir avanzando pero sintió que sus piernas ya no le obedecían y a poco rato se quedo convertida en piedra.

Ahora la gente asegura, que en las noches de luna, puede verse a través de las cristalinas aguas de la laguna  al pueblo con sus casas y sus gentes, condenadas a vivir eternamente en una cárcel de agua pagando sus faltas. Este acontecimiento ha dejado la enseñanza de no olvidar los mandamientos de Dios porque en otra ocasión ya no habrá salvación posible. 

LOS DOS JIRCAS

Hace muchísimos años, en los linderos de Anasquisque, Vivian dos hermano que a  la muerte de su padre, habían heredado grandes extensiones de terrenos y numerosos animales; pero el mayor, abusivo y prepotente, se había apoderado de gran parte de la heredad, confinando a su hermano menor a una minúscula parcela, en terreno escabroso e improductivo. Como era de esperarse, muy pronto este hermano menor quedo sin ningún animal en su propiedad ya que la "avenida" con su correntada voraz e incontenible, había invadido sus terrenos, arrastrando a su ganado. Ante la aflictiva situación en la que se encontraba el damnificado, acudió a su hermano mayor en busca de ayuda para su mujer y su hijo, pero este, desamorado y duro de corazón, le arrojo de sus predios amenazándole con que, si volvía, le rompería las costillas.

El hermano menor ante esta actitud, dejo a su mujer y a su hijo en una choza para ir a cazar venados para su alimentación.

Muy pronto el desesperado hermano estaba sorteando los obstáculos los pétreos de las alturas en busca de su presa. Su búsqueda había sido intensa, pero infructuosa, cuando de pronto fue sorprendido por una tormenta de nieve que arrastrada por un aire silbante y rudo, hizo que el cazador se refugiara en una caverna que encontró a mano.

Apenado por su mala suerte, el cazador se recostó sobre una de las rocas del interior de la cueva y cerrando los ojos, como si durmiera, se puso a meditar sobre su amargo destino, Largo rato estuvo en estas profundas cavilaciones cuando de pronto escucho a dos pequeños y apergaminados ancianos que conversaban. Eran los jircas de la cueva. Uno de ellos le decía al otro.

¿Quién es este hombre que ha entrado en nuestro escondite, sin traernos siquiera un poco de coquita?

Es un hombre muy pobre -----respondió el otro ---- por eso no ha podido cumplir con nuestra costumbre.

¿Estas seguro que es pobre?

Así es.

Ahja. Entonces le ayudaremos, Solo hay que buscar la manera.

¡ Ya se! A este hombre hay que regalarle con un saco de maíz amarillo y dos de maíz blanco!...

Y así fue. Al amanecer, el hombre vio que a la puerta de la cueva, habían tres sacos de maíz. Alegre y agradecido por el hallazgo, decidió llevar el maíz a su choza donde se encontraban su familia para que tostaran el grano. En eso se dio cuenta que, a medida que avanzaba, los costales aumentaban de peso, cada ves mas y mas, hasta hacer imposible el poder moverlo. Haciendo esfuerzos supremos, escondió los costales y llenando unos cuantos puñados de maíz en una bolsa, para tostar cancha, se dirigió a su choza. Su sorpresa fue mayúscula cuando al extender el mantel, en lugar de maíz había abundantes monedas de oro y plata.

Alborozados, marido y mujer, transportaron todos los costales. Con una pequeña parte de las monedas, compraron una hacienda muy cercana.

El lugar lo amoblaron espléndidamente y, en agradecimiento por este regalo que juzgaron divino, decidieron celebrar una misa solemne y una gran fiesta general a la que, naturalmente, invitaron al hermano mayor.

La celebración pueblerina, esta demás decirlo, constituyo todo acontecimiento y un éxito sin precedentes. Una fiesta que hasta ahora se recuerda en el pueblo, porque la noticia se ha venido comunicando de padres a hijos, ininterrumpidamente.

Intrigado el hermano mayor del repentino éxito económico de su hermano, lo recrimino a este la posesión de tantas riquezas, suponiendo que las había robado, Mas el hermano menor, muy suelto de huesos y bueno y comprensivo como siempre, le conto con lujo de detalles. Llego a la cueva y como su hermano, se puso a dormir; en eso escucha la conversación de los jircas decían:

¿ Quien es este hombre que ha entrado en nuestra cueva sin traernos coquita, siquiera?

Es un hombre rico, pero no ha querido cumplir con la costumbre, a sabiendas

¿ Rico....no?

¡Claro!

Muy bien. Entonces mañana que despierte, encontrara tres regalos.

Feliz de lo que había escuchado y en la creencia de que al día siguiente contaría con sus tres costales de oro y plata, el hermano mano se quedo dormido a pierna suelta.

Al abrir los ojos al día siguiente, lo primero que hizo fue a buscar sus bolsas de plata y oro a la puerta, al no encontraras quedo sorprendido y desilusionado, pero al riar sus manos y tocar su cara, se dio cuenta de que le habían crecido unos feos y cerdosos pelos que cubrían su cuerpo. Es mas, al tocarse la frente, descubrió cuernos que se le habían formado en la parte frontal. Estremecido de terror comenzó a correr pero no avanzo mucho porque se tropezaba con un rabo gigantesco que también le había crecido.

Presa del terror llego a su casa y al verlo, su mujer se desmayo.

Aterrorizado de su horrenda figura huyo por las alturas por donde esta vagando por el resto de su vida.














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